Se debe a Tom Wolfe la popularidad de la frase titular de esta columna, aun cuando en sus remotos orígenes esa pira era una forma feroz de la censura en los días  del Renacimiento. Se trataba de ponerle fuego a los objetos impuros, «decadentes» o francamente perniciosos para la moral de aquellos tiempos, y usados en las fiestas del Carnaval.
Por extraña paradoja los discípulos de Savonarola nunca imaginaron cuando quemaban las representaciones físicas de la vanidad festiva, el futuro de su patriarca, pues el propio Don Girolamo terminó consumido por las llamas.
Por extensión algunos, yo entre ellos, vemos cómo la actividad de los grupos culturales (de alguna manera se les debe llamar) se consume año con año y en especial sexenio tras sexenio, en similares hogueras de vanidad.
Quienes no consiguen chamba en las instituciones administradoras de los presupuestos de la cultura se erigen en defensores de LA CULTURA y aprestan leños, varas y ramas para encender la hoguera de su resentimiento.
No importa quien sea designado en una de estas instituciones. Los grupos antagónicos; es decir, los excluidos, se dispondrán a afilar los machetes de la censura.
–¿Cómo, Raúl Cremoux en Canal 22? Eso es un sacrilegio. ¿Otra vez Rafael Tovar en Conaculta? Habráse visto. ¿Enriqueta Cabrera en Canal 11?, pero si ni siquiera sabe encender una tele, ¿a dónde vamos a ir a dar?, dicen quienes se llenan los cabellos de ceniza y se rasgan la camiseta en medio de ayes lastimeros.
No les importa en verdad la conducción de estas instituciones culturales o administradoras de presupuestos culturales, como se les quiera decir. Las hiere y les duele verse alejados de esas nóminas. Por eso chillan quienes chillan, por eso critican quienes lo hacen sin materia siquiera, pues no es posible ni censurar ni aplaudir lo inexistente.
Yo conozco a todos quienes han  sido nombrados en esta área donde se mezclan la información y la divulgación cultural.  También a los anteriores. Cada quién ha hecho lo suyo y en algunos casos sin mérito ni relieve. Pero estos no han empezado.
Cualquiera de ellos supera a Sari Bermúdez –por ejemplo–, de cuya mano terminaron comiendo los indignados de hoy. No parecen solamente críticas, parecen llantos de oportunidad en seguimiento de la vieja canción de Santos Discépolo (1934), “el que no llora no mama”.
Quienes hoy llegan a las áreas de la escasa y muy necesaria (por contraste) televisión pública, tienen una enorme oportunidad: hacer un buen trabajo con las herramientas y los presupuestos disponibles. Aquello del dinero como elemento indispensable para hacer televisión es una mentira. No se hace con “fierros”; se hace con inteligencia, capacidad crítica, creatividad y talento.
Así lo hizo, por ejemplo, José María Pérez Gay a quien por otra parte le deseo mejoría en su quebrantada salud.
Yo no voy a defender a Raúl Cremoux. Ya esta grandecito para alegar por sí mismo. Sólo le recomiendo la lectura (y la aplicación) de uno de los poemínimos del gran Efraín Huerta: «A/ palabras/necias/ la /silenciosa/ sangrante/ santa /oreja/ de Van Gogh”.
Pero esta hoguera vanidosa no sólo tiene la envidia como motor. También la venganza política. Sólo así se explica el intento del delegado en Miguel Hidalgo, Víctor Lobo, de emprenderla contra el Museo del Escritor, promovido por René Avilés Fabila e instalado en la administración de Demetrio Sodi.
Una venganza contra el PAN, como si a estas alturas fuera necesaria.
El museo fue una idea y una aportación de Avilés, quien desde sus años de becario en el Centro Mexicano de Escritores reunió objetos de sus maestros (Rulfo, Arreola, Monterde, Chumacero y cuantos usted quiera y mande) y los fue colocando en un armonioso desorden donde se saludan el chaleco de Bonifaz y los originales de Santos Chocano. Este último no fue maestro en el CME, como es obvio.
Hoy el delegado la emprende contra el Museo. No tiene ningún argumento, excepto no haberlo ideado el.
Así pues, Don René podría irse con su música a otra parte, quizá convencido de cómo la mezquindad domina cualquier proyecto en el cual nunca se ganó un centavo, sino al contrario, le puso de su peculio de profesor universitario.
Pero en fin, los lobos aprenden a aullar y los envidiosos a ladrar.
Yo les deseo éxito a quienes hoy encabezan estas instituciones. Falta (o me falta) conocer a quienes manejen el Imcine, la Cineteca  y el IMER. También los van a descalificar de entrada. Así son las cosas de la culturita nacional…

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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