La semana pasada, tanto en este espacio como en Radio Fórmula, esta columna propuso el sacrificio masivo de perros ferales, abandonados, callejeros, enfermos y (perdón por la frase) sin viabilidad de inserción en la sociedad humana. La reacción de condena a mis palabras fue enorme.

Tanto en las redes sociales (no las frecuento, pero me entero o me lo hacen saber) como a través de mi correo (aparece en esta columna y en mi página de internet www.elcristalazo.com) me dijeron cosas agresivas, violentas, ridículas y en algunos casos (de los cuales ahora me ocupo) muy inteligentes e informadas.

Tanto como para llevarme a la reflexión y hasta cambiar mi punto de vista. Pero vayamos por partes.

EL problema, según me dicen algunos defensores no es la cantidad de perros en el abandono sino la cantidad de personas capaces de abandonar a los animales. La gravedad de la cuestión reside en el comercio ilegal, en la ausencia de campañas eficaces de esterilización y en la poca cultura de adopción de animales.

La notable labor de las asociaciones y grupos defensores de los irracionales ( y me refiero a los cuadrúpedos) se ve frenada por la poca disposición de los gobiernos para atender esta circunstancia no solo del abandono de los animales sino de su maltrato en general.
Tantas cosas me dijeron y en tantos tonos como para ahora proponer otras cosas, ya no la matanza, cosa –por otra parte—tan frecuente como para el sacrificio legal de 60 mil perros al año como ya ocurre nada más en la ciudad de México.

Pero como los promotores de la solidaridad con los animales no humanos carece de oportunidades de acción real y obligatoria, propongo la creación de la Comisión Nacional de los Derechos Animales. Un órgano de estado (se le podría llamar “Ombuscán”) capaz de administrar centros de vacunación, esterilización y atención veterinaria, con capacidad ejecutiva y coercitiva. Al menos uno en cada estado de la república.

También propongo la abolición de las corridas de toros, las peleas de gallos y hasta las de peces; la clausura de todos los circos con animales como espectáculo, los hipódromos donde matan a los potros de pata rota; los galgódromos y las carreras de trotones y tortugas; el cierre definitivo de los parques zoológicos donde –como dice el poeta Lugones, al león cautivo lo amilana el lumbago en medio de una magnánima desilusión de imperio.

Obviamente, cadena perpetua a los promotores de peleas de canes y el control y registro de todos los American Pit-bull del país, los Rotweillers y demás dogos de alta peligrosidad en manos irresponsables.

También propongo la contratación de personal especializado en la limpieza de heces caninas ( y felinas) en banquetas, parques, calles y espacios públicos. Cinco o diez mil barrenderos dedicados nada más a eso.

Me parece indispensable, además, crear, así como un registro civil donde quedan asentados los nacimientos y defunciones de las personas, un registro de perros, gatos, hamsters, ratones blancos, cacatúas, aves de ornato y demás mascotas, con obligaciones para sus propietarios (a quienes no se llamará así sino cuidadores) para la vacunación periódica y localización de “pets” mediante “chips” satelitales.

Mi compañera en estas páginas, María Elena Hoyo podría ser nombrada “ombudscan” y cada legislatura estatal designaría al suyo. Todos juntos harían una federación nacional de defensoría animal. Incluso la controvertida Ley de Víctimas debería llevar un apartado zoológico.

Finalmente, el exterminio no ha resuelto el problema, según me dicen quienes me han censurado y persuadido hasta extremos de revelación (me sentí como Saulo en Damasco). Por eso no queda sino un giro total. Olvidarse de la matazón como política pública y hacer una política nacional de protección en grado extremo.

Falso es aquello de la sabiduría demostrada con el cambio de opinión. Yo he cambiado de opinión y no soy sabio. Nada más soy un convencido de todo cuanto me han dicho los defensores de los animales y no me queda, ante mis creencias anteriores y olvidadas, sino decir como Renato Leduc, ¡cuánto tiempo perdí, ¡Ay! cuánto tiempo.

Quizá por ese camino se me aparezca San Roque (o por lo menos su perro), el cual –salvo prueba en contrario–, ni nombre tenía. Deberíamos ponerle uno.

B.C.

En Baja California se eleva la temperatura política, especialmente por la candidatura del Partido Acción Nacional. A partir de la estrepitosa derrota de Acción Nacional en todos los municipios de aquel estado, el derrumbe del panismo es casi inevitable.

Por eso quien sea candidato del PRI muy seguramente será gobernador. Y la disputa, hasta ahora solo tiene dos protagonistas: Jorge Hank y Fernando Castro Trenti.

Los promotores de la candidatura de CT se apoyan en algunos datos, estos entre otros:

Castro tiene más experiencia política y administrativa. Es diputado federal, fue senador, diputado local y presidente del Congreso, presidente del PRI estatal, delegado federal en siete ocasiones allá en Baja California. Lo de la experiencia administrativa, junto a Hank, no parece tan notable, pero en fin.

Jorge Hank estaría dispuesto a olvidar viejo agravios derivados de su infructuosa campaña, de la cual Castro Trenti fue coordinador, y se disciplinaria. Quizá de mala gana, pero lo haría.

Cuando el presidente Peña fue de gira por Baja California, en los primeros días de su mandato, no invitó a Hank y sí a FCT. En la campaña, ocurrió lo mismo.

Pero nadie sabe cómo serán hoy las cosas.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

1 thought on “Reflexiones caninas”

  1. Sarcasmo barato, del más vulgar y barato. Penoso. No entiende el problema de la violencia contra los animales, siento compasión por usted, en verdad MUCHA COMPASIÓN. Su «periodismo» apesta.

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