No bien había sido publicada la ley de Víctimas, los perdidosos en la disputa por la adjudicación del extraño patrimonio de quienes han sufrido por la violencia en México, ser aprestaron a cerrar filas para su linchamiento. En este país todo puede pasar, hasta las voces de una supuesta sociedad civil en contra de una ley en favor de las causas invocadas para su promoción política.

Las quejas van desde la obviedad por su falta de reglamento, cosa frecuente en normas de reciente expedición, hasta una extravagante acusación de inconstitucionalidad. La ley (además del regateo de los méritos del gobierno) ha sido atacada por varios actores protagónicos por una sencilla razón: no la hicieron ellos, no la promovieron ellos y a algunos, desde el Estado mismo (como es el caso de la CNDH) ni siquiera se les había ocurrido.

Esta ley es un triunfo político, además de una satisfacción de orden humanitario.

Quienes vimos con escepticismo a Javier Sicilia en el Zócalo de la ciudad de México o en el Castillo de Chapultepec proclamar la necesidad y la urgencia de una norma para compensar o al menos disminuir el sufrimiento de las víctimas y sus familias, debemos reconocer la celeridad con la cual su llamamiento y sus caravanas y sus insistencias produjeron primero la ley y después la reticencia del panismo calderonista y sus satélites de la sociedad civil.

Por eso no es de extrañar la reacción airada del abogado Alessio Robles , ex consejero jurídico de la Presidencia, para quien la recién publicada Ley de Víctimas, por su inoperancia, es una burla para quienes han sido afectados por delincuentes o autoridades. Seguramente la nada o el veto, eran más “operantes”.

Tampoco es extraña la reacción de Isabel Miranda de Wallace, cuyo premio Nacional de Derechos Humanos (promovido por la CNDH) fue la antesala para su candidatura panista al gobierno de la ciudad de México. Tampoco resulta extraña la respuesta de Alejandro Martí desde el observatorio SOS. Ellos forman parte del humanitarismo alineado. Sicilia no.

En este sentido vale la pena señalar el papel relevante de Emilio Álvarez Icaza quien antes de irse a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ideó, promovió y defendió en todos los foros esta iniciativa cuyo éxito ahora se observa con todas las limitaciones evidentes y perfectibles, tal se reconoce entre aplausos hasta por la Organización de las Naciones Unidas.

En este sentido vale la pena revisar también las declaraciones de Miguel Concha, de Serapaz, quien dejó en claro la “voluntad política de seguir trabajando en el perfeccionamiento de la ley “ mediante un trabajo ya prácticamente concluido desde el 9 de diciembre, cuando en el Senado de la República se hizo el compromiso de una reforma sin cambios sustantivos, pero con mejor organización y mayor precisión en beneficio de las víctimas (AP).

Hasta a Andrés Manuel (y eso ya es mucho decir) tuvo elogios para la ley y su vigencia: “Que bueno que se apoya a familiares de victimas que han sufrido la violencia y que existe esta protección de parte del gobierno.”

Pero en el fondo de esta disputa no están ni las víctimas ni los hechos a los cuales una ley puede atender. Están algunas furias, como las de la CNDH y la animadversión de Raúl Plascencia hacia Emilio Álvarez Icaza, y el concordato de la Comisión con las ONG´s pintadas de azul.

Finalmente la Ley de Víctimas, con todos sus defectos logra algo frente a lo cual el panismo calderonista siempre se opuso: exponer la realidad como consecuencia de una política de gobierno. La única política real del gobierno anterior enfrascado, como se ha dicho hasta la saciedad, en una batalla insensata, desordenada y sin frutos.

Si no hubiera tantas víctimas –o tanto dolor, como dice Sicilia–, no sería necesaria una ley para ellas. Por eso Calderón la metió al congelador. Y por eso Enrique Peña Nieto la sacó de la nevera.

“Usted si cumple”, le dijo Sicilia al Presidente.

AVE FENIX

No sé si alguna vez fue reducido a ceniza, pero de los polvos ha renacido el singular político oaxaqueño, José Murat, bajo cuya operación pudo el presidente Enrique Peña llevar a buen puerto el Pacto por México. Hace no mucho tiempo había quienes querían hasta echarlo del PRI. Hoy quienes eso buscaban deben sentir, como decía Don Ramón, el rubor patricio.

PERROS

Me escribe el doctor Alejandro Cruz-Reyes del departamento de Zoología del Instituto de Biología de la UNAM. Me dice entre otras cosas:

“Con relación al asunto de los perros en el D. F., como siempre, usted tiene toda la razón. Existe un total descontrol de la población de perros con o sin dueño y de gatos igualmente (nadie sabe cuántos hay). No solamente los perros callejeros tapizan de mier… a la Ciudad de la Esperanza y de los Palacios; también los perros con dueño, quienes los sacan a «pasear» a cualquier hora y por donde se les ocurre, principalmente prados y jardines.

“A esto hay que agregar el problema creado por los cuidadores de perros, que mientras sus dueños se van a trabajar estas personas «especializadas» llevan verdaderas manadas a «jugar» y a defecar a los parques, v. g. Parque México, Parque Hundido, entre otros muchos”.

Gracias.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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