El viernes 7 de septiembre Ignacio Marván, Juan José Rodríguez Prats, Enrique Jackson, Brozo y este redactor, tuvimos un debate sobre varios asuntos de interés político.
Lo hemos hecho así desde hace más de 100 programas y por ello hasta un premio nacional le han dado al “Payaso tenebroso”, quien –como ya he dicho en otras ocasiones–, es una de las personas más serias y profesionales con quienes me ha tocado trabajar en los últimos 40 años.
En ese programa abordamos –entre otros–, el tema de las “redes sociales” y lo hicimos a la luz del pánico irresponsable dispersado en los días anteriores en la zona oriental de la ciudad de México.
Al calor de la discusión yo asocié la convocatoria de Andrés Manuel para convertir a cada uno de sus seguidores en un canal personal de divulgación informativa (petición reiterada el domingo en el Zócalo), pues según él, los medios tradicionales estamos sometidos al imperio del mal, somos esbirros de la dictadura informativa y somos, de alguna manera responsables del cerco dentro del cual las malévolas industrias de la tele, la radio y la “gran prensa” lo han confinado.
Quizá en mis palabras faltó precisión y de ello nadie es culpable. Sólo yo.
Cuando dije, “las redes sociales son un peligro para México”, lo dije –obviamente con sarcasmo por aquella frase de las elecciones del 2006— y también por los casos recientes en Ciudad Neza, Chimalhuacán, Ixtapaluca y lugares cercanos sobre cuya circunstancia caótica de miedo generalizado y todo lo demás (tiendas cerradas, niños sin escuela, señoras en la histeria), no es necesario abundar.
En todo caso, y ante la avalancha de “tuites” enfurecidos no tanto por la alusión a AM, sino por la osadía de censurar a las redes mismas, (ya se sabe, son intransigentes e intolerantes con quien se atreve a discrepar de sus dogmas), lo reconozco, debí haber sido más claro.
Ahora lo pretendo ser: la utilización irresponsable de las redes sociales es un peligro para México. ¿Así sí?
Como es un peligro la conducción irresponsable de un automóvil, de un arma de fuego, de una máquina de escribir (una lap top, es una máquina de escribir, entre otras cosas) o de un condón agujerado; un perro de pelea sin bozal, una fonda sin limpieza o un autobús o un tráiler sobrecargados y sin frenos en la carretera, un avión sin piloto o un cirujano borracho. O un “tuitero” sin conciencia.
No es una cuestión de respeto a la libre expresión. Se trata –en todo caso–, de respetarla honrando su contenido, no poniendo en peligro a la gente con la dispersión de rumores por maldad o por lúdica y pueril inercia imitativa.
La libertad existe y los excesos no hacen sino comprobarlo. Pero ni los medios tradicionales ni los amplios recursos tecnológicos al servicio del chismorreo irreflexivo deben actuar sin responsabilidad.
Hay leyes de Radio y TV; de Imprenta; de Asociaciones Religiosas y de control de donación de órganos. Se obtienen licencias para conducir o para ejercer una profesión; boxear o editar un folleto, publicar una inserción y hasta para contraer matrimonio.
¿No deberían someterse las redes a una vigilancia, a un control, a un reglamento, precisamente por su penetración sin réplica?
Yo sí lo creo. Y lo he dicho en público, sin tapujos y lo escribo y lo firmo. Y no por valentía o cosa parecida. Así es mi oficio.
Quien opine lo contrario, pues santo y bueno y con su pan se lo coma. O no, pero está en su derecho (de opinar como le plazca). Pero no hay derecho de sembrar el terror como lo han hecho en Cuernavaca, en Veracruz, en Morelos y ahora en el Estado de México.
Como dijo “La jornada” el sábado en su nota principal: “Pagaron 400 pesos a personas que espantaron a la población. Intereses sin identificar financiaron el caos en el valle de México: PGJDF.”
Pues identificarlos sería muy sano, hasta para los “tuiteros” de buena voluntad de quienes, no lo dudo, será el reino de los cielos.
Por lo demás, botellitas jerez y frasquitos de vinagre para quien le venga el saco.
MITO Y MITOSIS
Estos son algunos párrafos del discurso de Andrés Manuel:
“En consecuencia, reitero, no voy a reconocer a Peña Nieto como presidente legítimo de México.
“Esta postura forma parte, como aquí se ha dicho, del plan de desobediencia civil, que incluye el compromiso de seguir luchando bajo el principio de la no violencia, sin caer en provocaciones, sin afectar a terceros y, sobre todo, de oponernos por medios pacíficos a la aplicación de las llamadas reformas estructurales como la laboral, la fiscal, la energética y todas aquellas medidas que se tomen en contra de los intereses del pueblo y de la nación.
“….Morena seguirá sembrando ideas y haciendo conciencia. Fortaleciendo valores culturales, morales y espirituales. En esta nueva etapa se pondrá énfasis en la formación política de los jóvenes. Se mantendrá el periódico “Regeneración” y se continuarán usando las redes sociales para difundir nuestro proyecto, fijar posiciones y contrarrestar la propaganda de los medios de información al servicio del régimen.
“…En lo que a mí corresponde, en esta nueva etapa de mi vida, voy a dedicar toda mi imaginación y trabajo a la causa de la transformación de México. Lo haré desde el espacio que representa Morena, por esta razón me separaré de los partidos del movimiento progresista”.
Con Morena convertido en un partido político se disiparán en lo futuro algunas incógnitas. Entre ellas, ¿quién sostiene al movimiento y a su líder?
Pues cuando estén satisfechos los requisitos, Morena tendrá –como todos los partidos políticos– financiamiento del Estado. O sea, lo vamos a mantener entre todos los contribuyentes.
Es un honor…