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Carlos Montemayor fue muchas cosas en su corta vida. A estas alturas, cuando muchos viven sin mayores problemas 80 u 85 años, un hombre prolífico y generoso desaparecido a los 63 o 64 nos causa a todos una doble pena. Por fortuna en la indeleble persistencia de su trabajo, su obra y sus palabras las escritas y las dichas en la mesa, en el paseo, en la discusión, Montemayor se nos queda como algo cercano y perdurable, tanto en sus discos como en sus poemas en sus ensayos, en su rescate lingüístico del mundo indígena o en sus actitudes de militancia ciudadana y comprometida.

Cuando le fue conferido junto a Hugo Hiriart en Premio Nacional de Letras en diciembre del año pasado, en una ceremonia tardía y de manifiesto desinterés por la cultura y como a regañadientes por la participación del escritor en la frustrada comisión intermediaria de búsqueda de dos eperristas desaparecidos, Montemayor trazó en pocas y certeras palabras el panorama ineludible del país en este grotesco Bicentenario de almanaque.

“–México vive en un estallido constante, en el que la pobreza, la inestabilidad, el desempleo, la desnutrición, el crimen organizado están armando un país indeseable para todos; el 2010 solamente puede empeorar las cosas, pero no destacarse por tener una magia especial por las fechas del calendario”.

Para entonces Montemayor ya comenzaba a sufrir las tarascadas del cáncer cuya ferocidad y rapidez terminaron ayer con sus años.

En aquellos días de alegría por su premio escribí algo en estas mismas páginas. Haber sido su amigo, compartir su mesa con Alí Chumacero., sus libros y su piano, ha sido un gozo para mi y seguramente para todos quienes como yo tuvieron es suerte. Repito.

Antes de la mesa fuimos a la iglesia de San Pedro Atocpan. Los cofrades de cada año representaban la pasión del nazareno. Todos miraban con respeto a los falsos centuriones, algunos de los cuales ni siquiera se habían quitado el reloj, pero refulgían con el brillo de cartón de sus corazas doradas y sus yelmos empenachados con crines escarlata.

–Mira, ¡que chinga le están poniendo a este pobre!

–Pero ¿viste?, le estaba dando en serio…

–“No hay entre nosotros una conciencia institucional en ejercicio del poder. La corrupción se encubre al igual que gran parte de la toma cupular de las decisiones económicas, políticas o militares. Los mexicanos debemos comprender que las tareas de gobierno, en todos niveles, no pueden ser vistas como patrimonio personal de nadie…”

O:

“¿Por qué parece más inmenso el cielo, si no hay luna?

La oscuridad cubre árboles, senderos, colinas.

Pareciera que el mundo está ocupado ahí, en la oscuridad,

Que el mundo ahí prepara algo más.

¿Por qué ahora parece más inmenso el silencio?”

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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