Guillermina Gómora Ordóñez

En las últimas semanas, México ha sufrido desastres naturales de gran magnitud: el paso de los huracanes y dos terremotos mayores a 7 grados, que en sólo 12 días pusieron a prueba no solamente nuestra preparación e infraestructura, sino también nuestra entereza y calidad humana.

Por eso deseo compartir con usted amable lector, la siguiente reflexión, consciente de que la lista pudiera ser más extensa.

1.- El pasado martes 19 de septiembre fue la primera vez que los millennials sintieron la fuerza de un sismo que devastó algunas colonias de la Ciudad de México y de otros estados del país.

Ante la emergencia que atravesaba la capital mexicana, se organizaron sin conocerse el uno al otro, con un solo objetivo: salvar vidas; y es así como hasta ahora se mantienen en pie de lucha para continuar los trabajoss en las zonas afectadas.

Una generación comprometida con su país, que irrumpió en la escena pública no como un actor pasivo e indiferente, sino como una fuerza que despertó una vez más la solidaridad y la conciencia nacional.

Una generación que nos devuelve la esperanza como país, si esa fuerza logra politizarse, marcar ruta y encaminar a un proyecto sostenido, la historia de México será distinta a la que han construido los grupos de siempre, enfermos de poder.

2.- Como sociedad redescubrimos que tenemos virtudes de las que ya nos habíamos olvidado: la solidaridad, la generosidad, la fraternidad, esa calidez que se presume y reconoce en el extranjero.

México es un país hospitalario que cobija al que llegue, sin distingos de raza o color. Esa nación plural y multicolor se fundió hoy en uno, para enfrentar el dolor y la emergencia, estamos regresando a la normalidad, que ya no será la misma, y espero que luego de redescubrirnos sigamos fundidos en un abrazo fraterno.

3.- La fuerza ciudadana que nos sacó a las calles para mover escombros y llevar víveres, se hizo presente para exigirle a la clase política que actué en congruencia con los tiempos que vivimos y deje de gastar el dinero en campañas políticas llenas de lodo y ausentes de proyectos.

La propuesta de Alfredo Aguirre dirigida al Instituto Nacional Electoral, a través de Change.org, y que suma cerca de 2 millones de firmas, para que se “done” (reasigne, digo yo) los cerca de siete mil millones de pesos destinados a los partidos políticos y candidatos independientes para las elecciones de 2018, a las víctimas de los sismos en los estados de: Puebla, Morelos, Estado de México, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Ciudad de México, ha dejado claro que el hartazgo social se puede transformar en solidaridad por la vía legal.

4.- En pleno mes de la patria, cuando celebramos y recordamos nuestra identidad nacional, los sismos dejaron a flor de piel nuestro sentido de pertenencia, en México y allende nuestras fronteras, donde nuestros connacionales en Estados Unidos y otros países, se organizaron para enviar o traer ayuda a la población en los estados afectados.

Las imágenes de los hijos de migrantes mexicanos cantando en la reja fronteriza del lado americano, el cielito lindo y otras canciones mexicanas, así como la interpretación del himno nacional en las zonas del desastre al final de la jornada, nos motivan a gritar ¡Viva México!, con el corazón en la mano.

5.- El rol estratégico de las redes sociales, durante y después de los sismos, jugaron un papel positivo al colocar en la agenda pública la suma de voluntades de todos los mexicanos para aportar y ayudar en las labores de rescate con eficacia. La sociedad civil colaboró, no con lo que le sobraba, sino con lo que la gente damnificada necesitaba, así como quienes ayudaron en las labores de rescate.

La experiencia nos permitió ver que existen áreas de oportunidad para que se establezcan protocolos compartidos para el uso de las redes sociales en este tipo de eventos (terremotos, huracanes, explosiones, entre otros) a fin de evitar la desinformación y la confusión social.

Los proveedores y usuarios de estos medios de comunicación debemos apelar al uso responsable de las aplicaciones tecnológicas.

En síntesis, el sismo evidenció el músculo de la sociedad civil y en tiempos de reconstrucción y sucesión, no debemos olvidarlo. Como escribió Amado Nervo en su poema Raza de Bronce: “Somos luz que no conoce la tarde”.

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