El sitio al parecer perteneciente a una organización impecable de la sociedad civil conducida por un iluminado tecnológico capaz de poner en jaque (para eso es “hacker”) la solidez de los sistemas informáticos del imperio, me parece a mí una patraña.
Obviamente la opinión de un pobre reportero de un pobre país del Tercer Mundo, le debe tener sin cuidado a los millones de esperanzados seguidores de Julian Assange a quien, sospechosamente, los servicios de seguridad de Estados Unidos no solo han dejado crecer sino operar con la máscara de defensor de quien sabe cuántas verdades cuyo contenido estaría para siempre en el misterio (el misterio como blindaje de la impunidad imperial, claro) si no fuera por su audacia.
La selección de cinco grandes diarios del mundo (occidental) para hacerlos copartícipes de la pesca clandestina de papeles secretos en cuyos folios no se dice absolutamente nada no sabido antes, es al mismo tiempo una forma de definir la antigua discusión sobre el futuro de la prensa y los medios impresos.
Para darle certeza y permanencia a sus “filtraciones” (“Wikileaks” significa, de acuerdo con su caprichosa etimología “ rápida filtración”, pues toma el hawaiano “wiki” (rápido) de la red “Wikipedia”; una enciclopedia con la cual todos compartimos los mismos errores en el mundo) Assange se ha puesto, por invitación el ropaje de los periodistas tradicionales.
O lo ha hecho para protegerse o simplemente para saberse uno entre los elegidos de la formalidad informativa. Llama la atención, por otra parte, como en ninguna de sus selecciones de reparto informativo aparece periódico latinoamericano alguno.
Ni “El mercurio”, de Chile, “Clarin” de Buenos Aires ni “El comercio” de Lima o “El universal” de Caracas. Nada. Y de México, ni hablamos.
El origen de la información no puede ser el “hackeo”. Eso sería demasiado en un país donde los satélites espían hasta el número de una placa en Corea del Norte cuando de veras quieren tener control de algo. Y si la información es poder, pues la mala información, el refrito, la vejez de las cosas, las obviedades (“revelar el gusto de Berlusconi por las viejas o la megalomanía de Sarkozy) son en el mejor de los casos, una expresión de la lucha interna.
Hoy, cuando Obama pasa por su peor momento (en varios sentidos le han partido la boca y lo han dejado como al caballo blanco), aparece con una intensidad nunca antes vista una evidencia de la debilidad americana para proteger hasta sus archivos. ¿Debilidad atribuible a quién? No a la audacia de Assange a quien con el Acta Patriótica en la mano ya podrían haber detenido.
¿Se acuerden de Daniel Ellsberg?
COINCIDENCIAS
Poca antes de la exultante exposición del Presidente Felipe Calderón el domingo anterior en el Auditorio Nacional donde nos mostró el mejor de los México posibles, Luis de la Calle y Luis Rubio habían ´puesto en circulación un libre en el cual muestran los avances nacionales de la “clase media”, como evidencia de progreso.
Ahora un ex funcionario del área económica del Presidente Calderón, Enrique de la Madrid Cordero, analiza dicha obra en términos convenientes para su reproducción parcial:
“Este mensaje no deja de sonar extraño en un país donde el discurso político siempre ha sido el combate a la pobreza y no el fortalecimiento de la riqueza. Para los autores, México ya no es un país mayoritariamente de pobres, sino un país de clases medias.
“Reconocen que el concepto de clase media es difícil de establecer, pero señalan que en las sociedades modernas, las clases medias comparten una característica: quienes las conforman tienen ingresos suficientes para vivir en el entorno urbano y buscan sistemáticamente mejorar su calidad de vida.
“Al hablar de clases medias, se piensa en grupos con independencia económica, aunque el diferencial de ingresos dentro del grupo sea muy amplio. Esta clase está conformada por profesionistas, comerciantes, burócratas, empleados y académicos, entre otros.
“Además de la disponibilidad de ingresos suficientes, todas las definiciones de clases medias contemplan la búsqueda de medios de superación y movilidad social. Cuentan con una casa o departamento propio o rentado y con un automóvil. Comparten su interés por la cultura, las manifestaciones artísticas y de entretenimiento, la televisión, el Internet y ahora las redes sociales.
“El libro es rico en ejemplos del progreso del país y de cómo la población ha ido alcanzando mayores niveles de bienestar”.