Como en otros tiempos de su actividad (cuando no corría maratones ni legislaba la vida de la ciudad más grande del mundo) Alejandra Barrales les podría decir a los demás aspirantes, “abróchense los cinturones”, pues hasta el momento no se ve candidatura tan viable como la suya.
La posibilidad de Barrales resulta algo más allá del sueño feminista. Su capacidad de conciliación y gestión ha logrado mantener la paz en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, lo cual –sin tomar por ahora en cuenta sus resultados meramente legislativos–, es un mérito enorme, no solo por haber traído con la correa puesta a sus diputados amarillos y proclives al escándalo, sino por haber logrado hasta la doma del “dipuhooligan”, cosa realmente notable.
Quizá bajo la vieja y sabia receta de darle a cada chango su banana, Alejandra ha logrado convertir en ley todas las inquietudes por la igualdad y la libertad por las cuales ahora Marcelo Ebrard se mueve en los escenarios internacionales como alcalde progresista de la capital del respeto, la convivencia en la diversidad y la avanzada libertaria mundial.
Esto es notable no sólo en los casos de los matrimonios homosexuales y demás derivaciones propias de la convivencia entre personas de distinta preferencia.
Ahora, de la mano con la Universidad Nacional, AB ofrece un documento para darle a la ciudad soluciones de largo plazo, con lo cual extiende sus habilidades más allá del campo cotidiano y aproxima su mirada al futuro, tan necesitado siempre de continuidad en los esfuerzos políticos.
En estas condiciones los demás partidos podrían llegar a una solución similar.
Más allá de la enorme fantasía priísta de recuperar el gobierno central del DF y algunas de sus delegaciones, cosa largamente improbable (por no decir imposible) como consecuencia del aun inexistente fenómeno Peña, en el PRI no tiene mejor posibilidad: Beatriz Paredes. Sí, por segunda vez la ex presidenta del PRI nacional.
Y en el Partido Acción Nacional tampoco tienen candidato fuerte. Demetrio Sodi no tiene consigo la mejor opinión ni siquiera de sus vecinos de Miguel Hidalgo, José Luis Luege ya tentó demasiado a la buena suerte cuando quedó ileso en un accidente de helicóptero. Ya no le debería pedir más a la vida.
En esas condiciones sólo podrían sacarse de la manga al jefe delegacional de Cuajimalpa, Carlos Orvañanos, quien ha mostrado habilidad y recursos. Pero lo tienen guardado.
Visto así el escenario panista quedarían dos “figuras”: Gabriela Cuevas, ex delegada en Miguel Hidalgo (gran gestora de los intereses de Carlos Slim en la Nueva Granada) y Mariana Gómez del Campo, impulsada ésta por Margarita Zavala (como ocurrió para su cargo en la asamblea y el PAN capitalino). Si esto se diera, la familia Calderón lograría algo poco frecuente: habría hecho candidatas a la prima (DF) y a la hermana (Michoacán).
¿POR FIN?
Parte de la estrategia del PAN en el proceso para demoler a Humberto Moreira y minar la credibilidad del Partido Revolucionario Institucional fue el impulso renovado a la tesis de irresponsabilidad de las fuerzas estatales y municipales de seguridad.
A fin de cuentas la violencia en la comarca lagunera es parte de la herencia podrida de Moreira. Esa es la línea argumental del panismo y buena parte del gobierno.
En ese sentido la reunión de los directivos de la Federación Mexicana de Futbol en la secretaría de Gobernación para exigir garantías, borra de un plumazo la cuestión de las atribuciones municipales.
Comprensible la exigencia de los “federativos”, pero el plegamiento de Francisco Blake Mora, secretario de Gobernación, Luis Cárdenas Palomino, subsecretario federal de Seguridad Pública y Guillermo Valdés, director del CISEN, ya viene siendo cosa menos comprensible.
Y las policías municipales ya pueden irse encogiendo de hombros. Primero les retiran los subsidios y después los hacen a un lado y buscan al secretario Blake, pues ya se lo pueden comer con su pan, dirán los más cínicos.