Imposible calificar de armonioso, positivo o productivo el gobierno de Ulises Ruiz en Oaxaca. Su derrota electoral obedeció a muchos factores pero indudablemente entre ellos está el desatino.
Por eso ofrecer justicia sin venganza, como ha dicho en su toma de posesión Gabino Cué, es apenas un tímido compromiso. No sería aconsejable para ningún político auto reputado como demócrata y progresista, anunciar el tiempo de la revancha, aun cuando todos sepamos la profundidad (y la justificación) de los rencores.
Pero también se debe ser cauto en la definición de los pecados y las culpas. Estas son algunas de las expresiones del gobernador Cué:
“…Nunca más un gobernador que abuse del poder público para beneficio personal o el interés de un grupo en detrimento de la población en su conjunto… nadie estará por encima de la ley… quienes hayan violentado los derechos humanos o ignorado a la justicia, tengan por seguro que serán sancionados.
“¡No toleraré actos de corrupción! Tenemos que erradicar este mal que tanto ha dañado a nuestra sociedad”.
Ante esas frases cuyo original (sin ninguna originalidad) se lo podría prestar a Rafael Moreno Valle para su inauguración en Puebla son tan contundentes, pero al mismo tiempo tan vacías como para no atenderlas sin siquiera una poca de incredulidad.
La única pregunta es, ¿aprovechará Gabino Cué el “bono democrático” expedido por los votantes oaxaqueños quienes lo llevaron al gobierno del Estado o el peso acumulado del dominio priísta (del cual él mismo formó parte) tendrá dimensión suficiente para contener sus intención de paz y justicia?
Mucho hemos visto en tiempos recientes sobre este llamado a la superación de un pasado lleno de lacras y Purulencias, pero hasta hoy no se ha visto una sola consignación. En los tiempos del PRI a los gobernadores se les despachaba por haberse enemistado con el Presidente o por no haber seguido sus instrucciones. Así le sucedió en Oaxaca, por ejemplo, a Norberto Zárate Aquino.
En los años preparatorios de la transición democrática, cuyo arribo se presenta en Oaxaca apenas en este año; a los gobernantes se les arrebataban las elecciones para abrirle camino al PAN de las concerta-cesiones salinistas, como le sucedió a Ramón Aguirre, por ejemplo.
Ahora vemos llamaradas cuya humareda al momento del incendio no nos deja saber si son de petate o de otras cosas. Zacatecas es un caso: Miguel Alonso le revisa en público las cuentas a Amalia García, la exhibe, muestra por plazas y calles las dimensiones de su corrupción y su incompetencia, pero a fin de cuentas la sanción penal no llega nunca. Hasta hoy ningún juez ha sido llamado a calificar el desempeño de la señora.
Pero en el caso oaxaqueño, como suele suceder con todo cuanto en esa tierra ocurre, hay un asunto muy complejo sobre el cual quizá Gabino no solamente no pueda sino mucho menos quiera avanzar. Se trata de una grave violación a Derechos Humanos, más cuanto de ella resulte en el ámbito penal.
Es el caso de dos guerrilleros desaparecidos Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, del Ejército Popular Revolucionario (EPR) desaparecidos el 25 de mayo de 2007 en Oaxaca y cuya exigencia de presentación (preferiblemente vivos) llevó al EPR a las acciones de sabotaje más grandes conocidas hasta ahora en contra de instalaciones industriales de Petróleos Mexicanos en varios puntos del país.
Quizá uno de los elementos defensivos de Ulises Ruiz sea el expediente entero de este caso en el cual la desaparición no es asunto de civiles. Eso lo saben muchas personas, entre ellas, AMLO y todos los aliados de la izquierda con cuya inconformidad se benefició Gabino Cué. Hasta el señor diputado Flavio Sosa.
–¿También en esto Cué va a buscar la justicia plena o se va a hacer, como dice Marcelo Ebrard cuando elogia a FCH, de ladito.
FILTRACIONES
Como se esperaba las filtraciones derivadas del espionaje de Wikileaks” van a servirles a los panegiristas del gobierno para rasgarse las vestiduras. Los gringos opinan de nosotros mal, muy mal.
Eso ya lo sabíamos. No revelan secretos, divulgan opiniones oficiales. Ahí se dice cómo nos ven, cómo nos juzgan y cuánto valemos para ellos. Poco en todos sentidos.
Le han dicho torpe y dividido al Ejército Nacional. Han hablado de propuestas del general secretario Galván Galván para establecer condiciones de excepción; o sea, militarizar realmente las cosas; suprimir garantías y de paso cepillarse el concepto de Derechos Humanos cuya vigencia queda virtualmente suprimida cuando se han abolido preceptos constitucionales.
El problema reside en las fechas de los comunicados consulares y diplomáticos. No entienden nada, no saben nada, no comprenden nada. No escucharon al Presidente en su discurso de los X Años de los Gobiernos Democráticos.
Para acabar pronto, si lo hubieran escuchado ya no tendrían motivos para considerarnos, como esos mensajes dicen, un peligroso patio trasero.