Con la evidente intención de negar la naturaleza política del “sabadazo” contra Jorge Hank, el Vocero de la Estrageia del Sistema de Seguridad Nacional (así es su título) el señor Alejandro Poiré ha proclamado la ignorancia del Presidente de las República en la organización del operativo cuyo desenlace tiene hoy en la ergástula al ex alcalde de Tijuana.
Obviamente Poiré, y así se nota en sus declaraciones radiofónicas de ayer a Joaquín López Dóriga, pretende sacar al presidente Calderón del marco de suspicacias ante un hecho cuyas repercusiones podrían ser sumamente graves, al menos en el campo conceptual. Si ya nos acostumbramos al Ejército como sucedáneo de la policía, debemos a partir de esta acción irnos haciendo a la idea del Ejército como una policía política.
En esas condiciones nos ha dicho el vocero. Las cosas se dieron a partir de una denuncia anónima y después de un seguimiento en plena flagrancia, lo cual, quiere decir, nada fue planeado, todo fue obra del encadenamiento de circunstancias, de hechos en cascada cuya propia dinámica desembocó en la alcoba del señor ingeniero a quien pillaron a la mitad del sueño y sacaron de su casa en calzoncillos.
He titulado la columna con una paráfrasis de aquella pregunta en torno de Roberto Madrazo cuya frase final era yo tampoco. Y a Poiré no le creo (a lo cual tengo pleno derecho pues su palabra no es dogma) por la sencilla razón de haberle creído antes.
Yo le he creído en otras ocasiones. Su elocuencia me ha persuadido, como no. Por ejemplo el día 30 de mayo pasado cuando con detalle académico desmontó uno de los mitos principales en torno de la batalla por la seguridad píblica. Lo hizo en su blog radicado en la página de la Presidencia de la República y dice lo siguiente:
“El primer mito dice, no hay estrategia, es solo el uso de la fuerza. En este contexto mito es sinónimo opinión crítica adversa al Presidente, no vaya usted a creer en la sacralización de valores populares jamás probados como sucede en asuntos antropológicos o religiosos.
“Algunos consideran –escribe el señor Poiré–, que el Gobierno Federal no tiene una estrategia y centra el combate al crimen organizado solamente en el uso de la fuerza. Afirman que las “balas” son la única herramienta empleada para garantizar la seguridad.
“Éste, como otros, es un mito, porque desde el inicio de la administración se cuenta con una Estrategia integral en la que el uso de la fuerza pública es solamente uno de sus ingredientes.
“Las acciones, programas y procesos incluidos en la Estrategia Nacional de Seguridad han involucrado desde un principio, horas de planificación y análisis permanente de las distintas alternativas así como de los riesgos de la inacción ante la delincuencia organizada. La respuesta del gobierno en auxilio de las autoridades locales debía aplicar la fuerza pública y también era necesario atender otros aspectos del problema para que los resultados sean integrales.
Por eso la Estrategia Nacional de Seguridad consta de cinco componentes: 1) Operativos conjuntos en apoyo a las autoridades locales y a los ciudadanos y que tiene el propósito de debilitar y contener a las organizaciones criminales; 2) Escalar las capacidades operativas y tecnológicas de las Fuerzas del Estado; 3) Reforma al marco legal e institucional; 4) Política activa de prevención del delito; y 5) Fortalecer la cooperación internacional”.
Obviamente es notable una idea: detrás de los operativos, acciones y procesos incluidos, hay “desde un principio” (esto quiere decir desde diciembre del 2006) horas de planificación y análisis permanente de las distintas alternativas”, etc.
—¿Tenemos motivos para creer en una operación fortuita, lograda casi como de chiripada o por la suerte de quien juega al “Bingo” en “Caliente” y gracias a lo cual cae el primer pez gordo en la histórica batalla del Partido Acción Nacional contra la corrupción del PRI? Yo lo dudo mucho.
Y quizá descreo si se toma en cuenta mi edad. Ya tengo 61 años cumplidos. No nací ayer, como tampoco la mayoría de los observadores políticos y los muchos ciudadanos con quienes he hablado cuya percepción es absolutamente otra: esto se planeó con todo cuidado hasta lograr la eficacia quirúrgica con la cual sorprendieron al presunto delincuente, con un serio análisis del costo y el beneficio (serio no quiere decir certero).
Por eso no puedo concebir a un presidente cuya información llegue a posteriori, en especial en un asunto de repercusiones de ruptura definitiva con una fuerza política importante en medio de varios procesos electorales de notable trascendencia como las elecciones en el estado de México y con algunas reformas importantes empantanadas en el Congreso.
Fue un golpe meditado, programado y bien ejecutado, al menos en la logística. Ya en asuntos jurídicos, pues no todo fue tan pulcro, pero quien se detiene ahora a buscar apegos legaloides. Lo hecho, hecho está y Jorge Hank pasará mucho tiempo arraigado. Para empezar.